Siempre he tenido una fuerte convicción en la totalidad de la persona.
Stephen Covey, en “El Octavo Hábito” explica el cambio de paradigma que se ha operado en el mundo desde la caída del muro de Berlín, acontecimiento que subraya el paso de la era industrial a la era del conocimiento. Ya no vivimos en la era industrial y el paradigma que sustentaba una forma de vivir basada en la producción y en la seguridad ya no es posible.
En la era industrial, el objetivo era controlar los procesos. Era necesario que todo se hiciera conforme a un proceso bien diseñado de manera que se obtuviera el producto que se pretendía. Las personas eran “cosas” que controlar y administrar. No deja de ser curioso que aún hoy día, en un balance contable las personas se consideren “gastos” y la maquinaria y la tecnología, que no son sino herramientas, se consideren activos. Las personas se incluyen dentro de las “cosas” que hay que administrar. La tecnología por el contrario tiene valor en sí mismo.
Asistimos a un cambio de paradigma, desde la necesidad de control de la era industrial hace falta un paradigma nuevo que no contemple a las personas como cosas. En la era del conocimiento que estamos inaugurando, se requiere un nuevo paradigma: el paradigma de la persona completa.
Las personas no somos cosas que administrar sino personas que liderar. Y como personas tenemos cuatro dimensiones bien definidas. Tenemos un cuerpo físico. Tenemos un sistema emocional. Tenemos una mente y una inteligencia. Y tenemos una parte espiritual. Un acercamiento correcto a las personas requiere tener en cuenta todos estos aspectos o dimensiones de la persona.
Tenemos un cuerpo. Pero no somos un cuerpo. Si pienso en cuando tenía dos años, observo la diferencia que existe entre aquel pequeño cuerpo de dos años y este cuerpo que ha vivido ya cincuenta unos de enero. No es probable que quede ni una de las células de aquel cuerpo de 2 años ya que las células se renuevan en un continuo ciclo de crecimiento. Ninguno de mis órganos es igual que lo eran en aquel cuerpo de dos años. Todo es diferente. Y sin embargo yo sigo considerándome el mismo. Esto quiere decir que yo no soy mi cuerpo. Mi cuerpo es sólo una parte de lo que yo soy. La parte que me permite hacerme presente en este mundo. Una herramienta magnífica y asombrosa que tengo que cuidar. Y esa es la parte que hacemos la mayoría de los médicos. Cuidar el cuerpo. Detectar enfermedades y tratarlas y aconsejar formas y estilos de vida que ayuden al cuerpo a mantenerse sano. Y sin embargo, yo no soy mi cuerpo. Ninguno de nosotros es un cuerpo. Atender y cuidar el cuerpo está bien. Es necesario. Pero no es suficiente.
Tenemos un sistema emocional. Es un sistema de supervivencia del que nos ha dotado la evolución. A través de las emociones nos adaptamos a diferentes situaciones que ocurren en la vida. Nos adaptamos al peligro. Nos adaptamos a la pérdida. Nos adaptamos a lo inesperado. Nos adaptamos a los logros. Y sin embargo, no somos nuestras emociones. Hoy estoy alegre y mañana estoy triste. Hoy estoy enfadado y mañana me siento en paz. Ni siquiera las emociones que siento hoy son las mismas que tenía cuando tenía dos años. Diferentes experiencias vitales han modificado mis patrones emocionales más frecuentes. Mis emociones me ayudan a adaptarme a los cambios y es bueno tener un sistema de emociones sano y equilibrado. Y a veces este sistema es patológico y me hace sufrir. Y otras veces es plenamente funcional y se expresa en situaciones extremas de miedo y pérdida de las que los médicos entendemos muy bien y también tenemos que cuidar, normalizar y enseñar a gestionar. También es necesario atender a las emociones y favorecer un sistema emocional eficiente. Pero por si solo tampoco es suficiente.
Tenemos una mente. Una mente maravillosa que ha evolucionado enormemente desde los tiempos prehistóricos. En nuestro sistema nervioso existe un cerebro llamado reptiliano porque es el mismo que tienen los reptiles y que está enfocado a la supervivencia. Luego tenemos un cerebro mamífero, más evolucionado, con algunas funciones más. Y finalmente la especia humana ha desarrollado el córtex cerebral, que permite introducir el análisis y la reflexión. Desde el desarrollo del neo córtex, la especie humana ha pegado un salto cualitativo. Pero tampoco soy mi mente. Un experimento sencillo me permite ver que no soy mi mente. Si nos ponemos como objetivo no pensar en nada, dejar la mente en blanco… al poco tiempo veremos que nuestra mente está vagando siguiendo todos los pensamientos que nos llenan la cabeza. En un momento dado hay una voz dentro de mí que dice… “ya se ha ido otra vez mi mente” y le ordena que vuelva a tratar de estar en blanco. ¿Quién es este observador silencioso que ve como la mente se pone en modo automático y le ordena que se pare? No puede ser la mente porque en este caso, la mente es el sujeto observado. Por lo tanto no somos solamente mente. También en la práctica médica vemos trastornos de la mente. Trastornos obsesivos, maniáticos,… Y tenemos que afrontarlos y tratarlos. Atender y cuidar la mente está bien. Pero por si solo tampoco es suficiente.
Finalmente tenemos una parte espiritual. Este es un tema controvertido porque espiritualidad se ha asociado tradicionalmente a religión y vivimos una época reacia a dogmas y creencias. La ciencia por otro lado se niega a reconocer todo aquello que no se pueda demostrar científicamente. Todo ello hace del componente espiritual de la persona un objeto de debate y controversia. Y sin embargo, si hoy tengo un cuerpo de 50 años del que no queda nada de un cuerpo que tenía con dos años y sin embargo me sigo considerando yo, ¿Quién es el que se considera “yo”?. Si hay días que rio, días que lloro, días que me asusto… si no reconozco ninguna de las emociones que tenía con dos años y sin embargo me sigo considerando yo, ¿Quién es ese “yo”?. Si mi capacidad intelectual se ha duplicado y hoy tengo conocimientos que no tenía con dos años y que han modificado mi visión de la vida y aun así me sigo considerando yo, ¿Quién es ese “yo”?
Todas las tradiciones espirituales, incluso algunas corrientes psicológicas hoy día, consideran que existe un observador silencioso que está detrás de nuestros procesos físicos, emocionales y mentales. A esa instancia se le ha dado muchos nombres: ser, presencia, espíritu, alma, conciencia. Incluso Dios. La realidad es que hoy sé que soy diferente a mi cuerpo, a mis emociones y a mis procesos mentales y que sin embargo me reconozco con identidad a pesar de los cambios que he experimentado en todos estos años. Y es en definitiva esta parte espiritual la que me insta a determinadas pautas de conducta y comportamiento que me hacen sentir bien o que convierten mi vida en un infierno. Esta parte espiritual es importante. Hay que prestarle atención. Pero tampoco por si sola es suficiente.
Las personas estamos compuestas de cuerpo, emociones, mente y espíritu. Y cualquier abordaje a las personas requiere de atender estas cuatro realidades que anidan en nosotros. Este es mi punto de vista. Y este es mi punto de partida en este proyecto que inicio hoy. Este blog que inauguro hoy dentro de mi proyecto profesional tiene mucho que ver precisamente con esto, con mi visión de la persona enferma como una totalidad de cuerpo, emociones, procesos mentales y espíritu. Con mi visión de la persona completa, enferma o no, una integración de una herramienta física/bioquímica, un sistema de emociones, unos componentes mentales concretos y una configuración espiritual que da sentido y sustento a toda una vida.
Con este blog pretendo ir compartiendo diversos puntos de vista que tengan que ver con cuidados del cuerpo físico. La medicina en general y mi especialidad en particular, pero incorporando consejos para la promoción de la salud y la prevención de la enfermedad y consejos útiles para personas enfermas.
Pero también quiero prestar atención al manejo y gestión de las emociones y al complejo mundo de la mente de manera que aquellas personas, enfermas o no, que estén interesadas en su crecimiento personal, puedan desarrollarse integralmente de acuerdo a este nuevo paradigma de la persona completa.
Y para completar el esquema, no puedo dejar de traer a este blog comentarios sobre aspectos y prácticas espirituales que puedan tener un efecto positivo sobre la salud y sobre el desarrollo personal.
La salud la define la Organización Mundial de la Salud como “un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades” Desde este punto de vista, si queremos estar sanos no podemos centrarnos solamente en el cuidado del cuerpo. Tenemos que empezar a asumir el cambio de paradigma al que asistimos: el paradigma de la persona completa.
Empezamos esta aventura juntos. Y cuento contigo.