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EL OBJETIVO DE ALCANZAR UNA SALUD INTEGRAL

Para mí, que estar sano, sentir bienestar o incluso poder afirmar que uno es feliz, requiere de varias circunstancias: un cuerpo sano, tener cubiertas las necesidades básicas, una mente y unas emociones equilibradas, unas relaciones sanas  y un propósito correcto en la vida

Desde hace algún tiempo, forma parte de mis intenciones, mejorar mi nivel de salud. Pienso que todo el mundo es consciente de que a partir de un determinado momento, que coincide con el final de lo que se entiende como vida fértil, el organismo empieza a renquear, a fallar, a envejecer… Escuché una vez a un conferenciante, decir que los 40 era la edad de los “aminuncas”, porque… “a mi nunca me había dolido la espalda”, “a mi nunca me había dolido la cintura”, etc. etc. Esto no es ni más ni menos que el producto de una decisión biológica, de no invertir más recursos en reparar nuestros tejidos y órganos una vez que dejamos atrás la época en que debiéramos haber transmitido nuestros genes a la generación que nos suceda. Por ello, invertir en mejorar nuestra salud, algo que hasta hace 100 o 200 años no era demasiado relevante porque la esperanza de vida al nacer era más bien escasa, hoy se convierte en una necesidad a causa del extraordinario incremento en años de vida. Ahora es más necesario que nunca llenar de calidad este excedente de años.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define “Salud”como “un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”.La cita procede del preámbulo de su constitución adoptada en 1946. Desde entonces, la interpretación de esta definición no ha dejado de ser objeto de controversia ya que es difícil lograr un consenso universal acerca de la idea de bienestar.

Podemos definir el “bienestar” como“el estado en el que una persona toma consciencia del buen funcionamiento de su actividad y desempeño en la vida”. Teniendo en cuenta que el concepto de persona va más allá del cuerpo físico, incluyendo emociones, procesos cognitivos y relaciones sociales, es necesario integrar todas estas dimensiones dentro del concepto de bienestar, tal y como recoge la constitución de la OMS.

Un concepto parecido al de bienestar podría ser “felicidad”. La Real Academia de la Lengua Española define la felicidad como un “estado de grata satisfacción espiritual y física”. Nuevamente vemos que se diferencian dos de las dimensiones de la persona, una, la que tiene que ver con el cuerpo como organismo físico, y otra, la que hace referencia a las funciones intelectuales superiores que caracterizan al ser humano. En realidad, aún cuando en las tres definiciones anteriores, salud, bienestar y felicidad, se mencionan de forma ambigua e incompleta las dimensiones de la persona completa, resulta evidente que estas dimensiones existen y deben contemplarse.

Para mí, que estar sano, sentir bienestar o incluso poder afirmar que uno es feliz, requiere de varias circunstancias: un cuerpo sano, tener cubiertas las necesidades básicas, una mente y unas emociones equilibradas, unas relaciones sanas  y un propósito correcto en la vida, lo cual coincide plenamente con los cinco escalones de la pirámide de las necesidades humanas. Esta idea se la debemos a Abrahán Maslow, un psicólogo del siglo XX que en 1943 publicó  “Una teoría sobre la motivación humana”. En esta obra describe las diversas necesidades humanas en forma de pirámide estructurada en cinco escalones. La base incluye las necesidades fisiológicas (dimensión corporal). El segundo escalón recoge las necesidades de seguridad (necesidades básicas). El tercer escalón engloba necesidades sociales. El cuarto recoge necesidades de autoestima y reconocimiento (dimensión emocional y mental). Finalmente el quinto escalón engloba aquello que Maslow describe como “autorrealización” y que abarcaría el propósito correcto en la vida o dimensión espiritual.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define “Salud”como “un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”

Pues sí, necesitamos un cuerpo sano. Consecuentemente con esto, el primer escalón de la pirámide de Maslow recoge necesidades básicas como la alimentación y bebida, cobijo y descanso. Alcanzar el bienestar corporal implica adquirir hábitos de alimentación saludable, realizar ejercicio físico y descansar adecuadamente. Dicho así, parece fácil. Pero no lo resulta tanto. Y se podrían mencionar cientos de libros acerca de cada uno de estos aspectos. Sin embargo, quiero destacar aquí la importancia de adquirir una serie de hábitos diarios encaminados a alcanzar estos objetivos.

El segundo dominio abarca la dimensión psicológica que incluye las emociones y los pensamientos. El bienestar emocional se refiere a la habilidad de manejar las emociones, lo que no significa reprimirlas sino sentirse cómodo al manifestarlas, y hacerlo de forma apropiada. La realidad es que las personas con capacidad para resolver los conflictos y las tensiones, y saber transitar por los trances dolorosos de la vida tienen la flexibilidad suficiente como para disfrutar más de ella. Alcanzar el bienestar psicológico es más complicado. Desde el punto de vista psicológico tenemos que tener en cuenta dos aspectos, la gestión de las emociones propias y ajenas por un lado, y la gestión de los procesos cognitivos, pensamientos, ideas, creencias,… Dado que estos procesos emocionales y cognitivos forman parte de nuestra personalidad y nos acompañan desde nuestra infancia, modificarlos requiere un trabajo considerable. Sin embargo, no es imposible. Herramientas como la inteligencia emocional o la programación neurolingüística (PNL) pueden ayudar a modificar estos hábitos, profundamente arraigados, dirigiéndonos progresivamente a una mejor gestión de nuestros componentes psicológicos. El principal requisito es que seamos conscientes de cómo nuestras emociones, pensamientos y creencias nos apartan de un estado de bienestar y tener la firme determinación de trabajar para cambiarlo. Esa determinación requiere constancia y perseverancia. Una vez más es importante destacar la importancia de generar hábitos. Al final, todo se reduce a crear y mantener buenos hábitos.

 

 

Herramientas como la inteligencia emocional o la programación neurolingüística (PNL) pueden ayudar a modificar estos hábitos, profundamente arraigados, dirigiéndonos progresivamente a una mejor gestión de nuestros componentes psicológicos.

Una tercera dimensión es la dimensión social. El hombre es un animal social hasta el punto de que, en lamentables experiencias en la historia en las que a un ser humano se le ha privado del contacto con otras personas, el resultado ha sido una persona incompleta. El bienestar social se alcanza mediante la satisfacción de las necesidades de de amistad, afecto, intimidad sexual, reconocimiento, confianza y éxito. Es necesario el desarrollo de una serie de habilidades sociales que permitan desempeñarse de manera óptima en los diferentes grupos en los que nos movemos: familia, amigos, trabajo y sociedad en general. Daniel Goleman, en “La Práctica de la Inteligencia Emocional” describe estas habilidades sociales como la capacidad de establecer redes efectivas de confianza, conocimiento y competencia. Todos conocemos personas que, se trate de lo que se trate, siempre saben resolver problemas, incluso aunque estén alejados de su área de maestría. Lo que caracteriza a estas personas es tener contactos a los que recurrir para cada uno de los temas que no dominan. Son personas que levantan el teléfono y saben siempre a quien preguntar porque han desarrollado redes, redes basadas en la confianza, el conocimiento y la competencia. La Inteligencia Emocional y la PNL, en la medida en que nos enseña a reconocer y gestionar nuestras emociones y creencias, también nos ayuda a mejorar nuestras interrelaciones sociales al ser capaces de identificar y procesar emociones y procesos cognitivos presentes en otras personas.

Muy relacionada con la dimensión física y la social, tenemos la dimensión económica de la persona. Si bien es cierto el dicho popular que afirma que el dinero no da la felicidad, la verdad es que la ausencia de dinero tampoco la proporciona. Alcanzar un bienestar económico implica tener unos ingresos adecuados, superiores a los gastos que hacemos, de manera que podamos obtener un excedente. Robert Kiyosaki, recomienda tres niveles secuenciales a la hora de utilizar este excedente: un fondo de reserva para situaciones imprevistas; posteriormente un fondo de comodidad para poder permitirnos ciertas cosas que nos hagan la vida más agradable y finalmente, cuando los dos fondos anteriores han sido cubiertos, un fondo de riqueza que nos permita aumentar progresivamente nuestros ingresos. En definitiva, este excedente puede ser destinado a tener cubiertas situaciones imprevistas,  aumentar nuestra comodidad material o invertir y generar aún mayores ingresos que nos permitan disponer de más tiempo libre para las actividades que nos proporcionan satisfacción. Entre estas actividades también podemos dedicar este tiempo libre a ayudar a otras personas, lo que aumenta, en consecuencia, nuestro bienestar social y espiritual.

Finalmente no podemos obviar la dimensión espiritual. El bienestar espiritual se identifica con la cúspide de la pirámide de las necesidades humanas: la autorrealización. Se puede alcanzar el bienestar espiritual cuando tenemos un propósito en la vida y luchamos por alcanzarlo. La palabra espiritual puede ser mal interpretada al serle atribuida el significado de religioso. Y es cierto que para muchas personas, el propósito mediante el cual se sienten autorrealizados puede obedecer al cumplimiento de los principios y valores de una determinada confesión o a sentirse en sintonía y armonía con la idea de Dios con la cual se identifiquen desde el punto de vista de su confesión religiosa. Pero es posible tener una vida con propósito incluso sin la idea consciente de Dios o sin identificación de tipo confesional. Alcanzar la autorrealización requiere identificar en nosotros cuatro elementos: lo que nos gusta (pasión), lo que se nos da bien hacer (vocación), lo que ayuda a otras personas (misión) y lo que nos proporciona ingresos (profesión) y hacerlos uno sólo: el propósito. Hacer lo que nos gusta y se nos da bien; poner nuestros dones al servicio de los demás y recibir una remuneración que nos permita vivir son los elementos a través de los cuales podemos sentirnos realizados en la vida.

 

Alcanzar la autorrealización requiere identificar en nosotros cuatro elementos: lo que nos gusta (pasión), lo que se nos da bien hacer (vocación), lo que ayuda a otras personas (misión) y lo que nos proporciona ingresos (profesión) y hacerlos uno sólo: el propósito.

En definitiva, alcanzar la felicidad, alcanzar un estado de grata satisfacción física y espiritual, requiere gozar de una buena salud, es decir, un estado de bienestar físico, psicológico, social, económico y espiritual. Se trata de disponer de una consciencia plena de estar desempeñándonos bien como individuos, en todos los ámbitos de la persona. Dicho en breves palabras, estar sano, de una manera integral, contribuye a ser feliz, y para ello es necesario tener claro el propósito en la vida y poner todo el empeño en conseguirlo sabiendo que es una carrera de fondo y que lo habremos alcanzado cuando tengamos una percepción clara de sentirnos realizados. Para lograrlo es necesario cuidar de nuestro cuerpo, trabajar una serie de habilidades emocionales y sociales que nos permitan gestionar adecuadamente nuestras emociones y creencias y tomar conciencia de las de las personas con las que nos relacionamos, poner nuestro propósito al servicio de los demás y obtener unos ingresos adecuados que nos permitan disponer periódicamente de un excedente con el que mejorar nuestro bienestar y el de otras personas. Y todo ello sin olvidar que tenemos un cuerpo que cuidar y que si no lo alimentamos adecuadamente, lo ejercitamos y le proporcionamos descanso, no estará en condiciones de contribuir a todo lo anterior.

Para poder aproximarme a esta idea, en los últimos tiempos me he centrado en adoptar una serie de hábitos. Lo primero es lo primero. Cuido mi cuerpo. Mi cuerpo es un compañero extraordinario que me permite aprender, me permite ganarme la vida, me permite tener amigos, y me permite sentirme realizado. Sin un cuerpo en perfecto estado nada de eso sería posible, o sería muy complicado. De manera que me he propuesto firmemente hacer ejercicio, comer de manera saludable y proporcionar a mi cuerpo el descanso que necesita. A mi edad, correr ya no es posible. Una vez lo intenté y por poco me destrozo el menisco de manera que mi traumatólogo me aconsejó que nadara. No he conseguido alcanzar una afición increíble por la natación de manera que me limito a caminar. Pero se me ha metido la afición y trato de caminar 9-10 kilómetros de forma diaria. Al principio cuesta, pero al llevar un tiempo haciéndolo me he dado cuenta de que no puedo ni quiero dejarlo ya que la sensación de placer que me produce es extraordinaria. Esto es consecuencia de unas hormonas que libera el sistema nervioso que se llaman endorfinas. Ya no puedo pasar sin ellas. También he empezado a trabajar de forma suave algunos grupos musculares. Realizo series de abdominales, flexiones, sentadillas, bíceps,… Y sobre todo, me estoy empezando a aficionar al yoga. Practicar las asanas requiere concentración con la respiración y eso ayuda a mantenerme consciente. Es ejercicio físico y mental a la vez. Incluso espiritual, porque la atención consciente a la respiración ayuda a profundizar en nuestro autoconocimiento.

 

 

Estar sano, de una manera integral, contribuye a ser feliz, y para ello es necesario tener claro el propósito en la vida y poner todo el empeño en conseguirlo sabiendo que es una carrera de fondo y que lo habremos alcanzado cuando tengamos una percepción clara de sentirnos realizados. Para lograrlo es necesario cuidar de nuestro cuerpotrabajar una serie de habilidades emocionales y sociales que nos permitan gestionar adecuadamente nuestras emociones y creencias y tomar conciencia de las de las personas con las que nos relacionamos, poner nuestro propósito al servicio de los demás y obtener unos ingresos adecuados que nos permitan disponer periódicamente de un excedente con el que mejorar nuestro bienestar y el de otras personas.

El yoga es un puente entre el bienestar físico y el psicológico/espiritual, ya que la práctica de la atención consciente o “mindfulness” forma parte hoy día de cualquier estrategia de mejora de nuestros procesos emocionales y creencias. Procuro realizar mindfulness, apoyado en técnicas de visualización y afirmaciones positivas por las mañanas. La visualización y las afirmaciones forman parte del elenco de herramientas de la PNL, y en la medida en que actúan a nivel de la mente inconsciente, pueden ser útiles para modificar hábitos de largo tiempo arraigados. Mindfulness y PNL son muy eficaces para modificar creencias. Junto a esto, procuro leer y escribir. Leer sobre herramientas de autoconocimiento y crecimiento personal me ayuda a encontrar caminos y abrir puertas. Escribir sobre mis creencias y mis procesos cognitivos y emocionales me ayuda a identificarlos y ser conscientes de ellos. Sin consciencia no hay posibilidad de modificar nada. Llevo años acompañado siempre de un pequeño cuaderno de bolsillo de tapas duras en el que escribo cuanto me viene a la cabeza. Tomar conciencia de lo que me pasa y verbalizarlo me ha ayudado a descubrir cosas sobre mi que he podido decidir cambiar. Sin esta herramienta es posible que muchas de las cosas que me pasan me hubieran pasado desapercibidas y nunca hubiera sido consciente de que podía plantearme el cambio.

 

 

Para trabajar mi propósito, hace tiempo que puse por escrito cual es mi misión personal, principios y valores. Continuamente me pregunto acerca de lo que me apasiona e intento adaptar mi vida y mi profesión a mi pasión. De manera que he plasmado en papel mis metas y objetivos y los reviso de forma periódica. Gracias a este ejercicio he ido modificando algunos aspectos de mi vida. Por ejemplo, en un momento determinado tomé consciencia de lo que me apasionaba escribir, e introduje en mi vida la opción de escribir de forma periódica acerca de mi proceso de cambio. Más tarde, unifiqué esta pasión con mi profesión cuando vi la oportunidad de tener mi propia página web y mi blog. Y con esto, ahora, me siento entusiasmado. Por supuesto, que mi propósito en la vida me permite desarrollar mi profesión y disponer de ingresos para vivir con comodidad. No obstante, realizo una gestión periódica de mis finanzas personales con el objetivo de invertir y generar cada vez mayores ingresos que me permitan reducir tiempo de mi trabajo por cuenta ajena para potenciar mi pasión que es, junto con la medicina y la cirugía, escribir y comunicar en el ámbito de la salud.

Finalmente, en el ámbito social, alcanzo mi bienestar siendo coherente con mi propósito de aportar algo positivo a este mundo. De manera que he potenciado la sonrisa como tarjeta de presentación y aprovecho las nuevas tecnologías digitales para potenciar aspectos de humanización de este mundo. Creo en este mundo, me niego a pensar que está arruinado, corrompido, condenado… Creo en la chispa divina que hay en cada persona. Creo que todos somos gotas de agua unidas en el fondo por el vasto océano de la conciencia universal. Creo que todos arrastramos creencias y emociones fruto de las experiencias que hemos vivido de manera que como decía Ortega y Gasset, “Yo soy yo y mis circunstancias”. En ese sentido, las personas que han adoptado una postura ante la vida diferente a la mía son fruto de sus circunstancias tal y como yo he sido fruto de las mías. Y cuando contemplo el mundo desde esa perspectiva, sólo puedo sentir una profunda compasión.

 

 

Compasión, perdón y gratitud son los estados fundamentales del alma. No son emociones. No tienen opuestos. No surgen de la personalidad, del ego, sino del alma, de lo más profundo que nos define como personas. Es mi elección desarrollarlos y potenciarlos, aunque no siempre lo consiga. Eso forma parte de los principios y valores que he elegido. Y he elegido así porque cuando me siento identificado con ellos me siento autorrealizado y siento un profundo y pleno bienestar. ¿Es eso la felicidad? Para mí si. Y no sería posible si alguno de los otros elementos que forman parte de mí, mi cuerpo, mis emociones, mis creencias, mis necesidades, mis semejantes y mi propósito, fallaran. 

Si queremos mejorar nuestra salud, si queremos aumentar el bienestar con el que llenar los años que nos quedan de vida, de una vida cada vez más longeva, tendremos que cultivar la salud en todas las dimensiones de la persona. Estos son mis hábitos y los recursos que utilizo. Y considero que son un buen punto de partida para empezar a cultivar salud. Pero una vez comenzado el camino, este se vuelve único para cada persona ya que cada uno debe adaptar este recorrido a su vida y a sus circunstancias. En cualquier caso, merece la pena trabajar y esforzarse para que nuestra vida sea cada vez más plena, es decir, que logremos alcanzar ese estado de completo bienestar físico, mental y social que persigue la Organización Mundial de la Salud

 

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