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A lo largo de mi vida profesional vengo observando el desconocimiento existente en la población acerca de la enfermedad hemorroidal así como la existencia de una serie de mitos y creencias erróneas acerca de su naturaleza, los síntomas o su tratamiento. En este artículo, de acuerdo con la finalidad de este blog, que pretende proporcionar recursos para la educación sanitaria, quiero clarificar las principales creencias, muchas veces erróneas e infundadas, acerca de las hemorroides y acercar a todas las personas interesadas unas ideas básicas sobre diversos aspectos de este padecimiento.

1.- Las hemorroides no son varices

Las almohadillas hemorroidales son protrusiones de la pared del canal anal, compuesta por tejido conectivo y capilares sanguíneos, revestidos por mucosa anal, que es la capa que tapiza todo el aparato digestivo por dentro. Las almohadillas hemorroidales son por tanto estructuras elásticas y vasculares cuya función es contactar estrechamente entre ellas, cuando el ano está cerrado, creando una especie de cierre hermético que impide las pérdidas de líquido fecal. Se trata de una estructura normal que desempeña una función de apoyo a la continencia.

Cuando aumenta la presión sobre el canal anal, lo que ocurre en personas estreñidas que realizan grandes esfuerzos para lograr defecar, en mujeres embarazadas y parturientas, y también en casos de alteraciones del tejido conectivo secundarias al envejecimiento o a alteraciones constitucionales de base genética, las almohadillas hemorroidales pierden su sujeción a la pared del canal anal y van progresivamente descendiendo y aumentando su tamaño. En estas circunstancias se puede producir sangrado y, en un estadio más avanzado,  exteriorización de las hemorroides, lo que conocemos como prolapso. Es frecuente, entonces, que la persona con esta alteración sufra molestias anales, picor o episodios de inflamación que se conocen como crisis o trombosis hemorroidales. Cuando una persona presenta algunos de estos síntomas, ya sea sangrado, prolapso, malestar, picor o trombosis hemorroidal, dejamos de hablar de almohadillas hemorroidales y decimos que esa persona padece de hemorroides o de almorranas.

Hemorroides 

WikipedianProlific, translated by Rage against, CC BY 3.0 <https://creativecommons.org/licenses/by/3.0>, via Wikimedia Commons

Todas las personas tenemos almohadillas hemorroidales. Es algo normal que cumple una función. No debe llamarnos la atención el descubrimiento de “hemorroides” en una colonoscopia. Si esa persona no ha tenido nunca síntomas no podemos hablar de hemorroides ya que las almohadillas hemorroidales sin síntomas son perfectamente naturales

2.- Las hemorroides habitualmente no duelen

Suelo decir que cuando alguien llega a la consulta diciendo, “estoy fatal de las hemorroides”, en el 90% de los casos, esa persona padece… ¡una fisura anal!. Las hemorroides habituamente no duelen. Pueden doler en presencia de “trombosis hemorroidal”, que es una inflamación de las hemorroides que se asocia a uno o varios bultos indurados y dolorosos en el margen anal identificables a simple vista o mediante palpación, bultos que se corresponden con las hemorroides inflamadas y aumentadas de tamaño. En el resto de los casos, el paciente puede notar molestias, que relaciona con el prolapso de las hemorroides, escozor o picor, o simplemente sangrado; pero no dolor intenso. Por lo tanto, ante un dolor intenso, asociado a la defecación o después de ésta, en ausencia de bultos visibles y palpables en el margen anal, lo más probable es la presencia de una fisura anal.

Otras causas de dolor anal son los abscesos anales. En este caso, lo habitual también es la instauración y aumento del dolor en un periodo de tiempo muy corto y se suelen asociar a fiebre.

3.- No todos los bultos que aparecen en el margen anal son hemorroides

Con bastante frecuencia los pacientes piensan que tienen hemorroides porque en la higiene posterior a la defecación notan la existencia de colgajos de piel en el margen anal, en mayor o menor extensión. Estos colgajos cutáneos, también denominados mariscas o con el término inglés, “tags”, consisten en piel que queda estirada a consecuencia de episodios repetidos de prolapso hemorroidal, trombosis o intentos de regeneración tras una fisura anal (“hemorroide” centinela”). Otras veces lo que nota el paciente son bultos que aparecen de forma aguda como consecuencia de hemorragias espontáneas de venas del plexo hemorroidal externo, que se sitúa en el margen anal, y que se conocen con el poco afortunado nombre de “trombosis hemorroidal externa”. El término es “poco afortunado” ya que induce a confusión con la patología hemorroidal verdadera que tiene su origen en las almohadillas hemorroidales, internas, y no en el plexo venoso del margen anal. Estos bultos, que aparecen de forma súbita y brusca, generalmente acompañados de dolor intenso, se reconocen por su forma redondeada, coloración azulada y su localización en el mismo margen anal. Suelen evolucionar a la resolución con desaparición de los síntomas en el plazo de 15-30 días y no suelen requerir tratamiento. No debe confundirse esta mal llamada “trombosis hemorroidal” externa con las trombosis hemorroidales verdaderas en las que la hemorroide interna se vuelve ingurgitada y edematosa y protruye a través del orificio anal. Una superficie lisa y rosada uniforme indica una trombosis hemorroidal interna no complicada si bien en ocasiones pueden apreciarse zonas de ulceración e incluso necrosis.

Más raramente, se puede notar el prolapso de un pólipo intra-anal e Incluso estos pólipos pueden asentar en el margen del ano. Lo habitual es que el paciente lo confunda con una hemorroide, pero una exploración cuidadosa de un médico con experiencia puede poner de manifiesto el pólipo. Estos pólipos suelen estar constituidos por piel y fibras elásticas (pólipos fibroepiteliales) y son casi exclusivamente benignos.

Otras veces el paciente nota la aparición de un bulto, sensible y doloroso acompañado de un dolor intenso a la palpación. A diferencia de los bultos anteriores en este caso no hay alteraciones morfológicas salvo enrojecimiento y edema. El carácter súbito y la evolución muy rápida, asociada a veces a la presencia de fiebre sugiere el diagnóstico de absceso anal.

En ocasiones los pacientes refieren notarse un bulto y se refieren a él como inflamación junto con proctalgia intensa asociados a la presencia de una fisura anal. El médico no suele identificar ningún bulto y lo que el paciente identifica como bulto no es sino la induración del esfínter anal interno a causa de la contractura del esfínter anal que se asocia a la presencia de fisura.

Finalmente, una serie de lesiones cutáneas, en ocasiones infecciosas como los condilomas y verrugas vulgares, y otras neoplásicas como el carcinoma epidermoide o más raramente el melanoma pueden ser el origen de bultos que motivan la consulta del paciente.

4.- El Tratamiento de las Hemorroides depende del Grado de Prolapso

Los médicos utilizamos un sistema de clasificación para encuadrar a las hemorroides en cuatro grados dependiendo de la existencia o no de prolapso hemorroidal y de las características de este. Hablamos de prolapso cuando las hemorroides internas  se salen del interior del canal anal, bien de forma espontánea, bien al realizar esfuerzos defecatorios. De esta manera, denominamos hemorroides grado I a aquellas hemorroides que nunca prolapsan. Son las auténticas “hemorroides internas”,

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Armin Kübelbeck, CC BY 3.0 <https://creativecommons.org/licenses/by/3.0>, via Wikimedia Commons

Las hemorroides grado II son las hemorroides que prolapsan al realizar esfuerzos defecatorios pero que una vez que ha cesado el esfuerzo se reintroducen espontáneamente.

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Armin Kübelbeck, CC BY 3.0 <https://creativecommons.org/licenses/by/3.0>, via Wikimedia Commons

Las hemorroides grado III son las hemorroides que prolapsan con los esfuerzos defecatorios y que tras finalizar éste no vuelven a su localización dentro del ano sino que requieren la reducción manual por parte de la persona que las sufre.

Piles Grade 3

Armin Kübelbeck, CC BY 3.0 <https://creativecommons.org/licenses/by/3.0>, via Wikimedia Commons

Finalmente, las hemorroides grado IV, son las hemorroides que ya han perdido su sujeción a las paredes del canal anal y se mantienen permanentemente prolapsadas. Lo característico de estas hemorroides es el color rojo vinoso o rosado de los bultos exteriorizados, diferente a la piel, lo que las diferencia de los colgajos cutáneos y la trombosis hemorroidal externa, y su aspecto no inflamado, a diferencia de las trombosis hemorroidales internas.

Piles Grade 4

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1) Armin Kübelbeck, CC BY 3.0 <https://creativecommons.org/licenses/by/3.0>, via Wikimedia Commons 
2) Dr. K.-H. Günther, Klinikum Main Spessart, Lohr am Main, CC BY 3.0 <https://creativecommons.org/licenses/by/3.0>, via Wikimedia Commons

Esta diferenciación entre hemorroides internas prolapsadas y el resto de lesiones en forma de bultos en el margen anal, así como su reducción, espontánea, manual o ausencia de reducción, nos permite a los médicos elegir el mejor tratamiento posible para cada paciente. 

5.- Las pomadas antihemorroidales habitualmente no son útiles en el tratamiento de la enfermedad hemorroidal

La mayoría de las personas que padecen, o creen padecer, hemorroides suelen automedicarse con diferentes tipos de pomadas. Estas pomadas suelen contener algún corticoide local que mejora notablemente la sintomatología en los casos en los que existe inflamación o picor, por lo que lson bastante populares. El hecho de que mejoren la sintomatología no significa que curen las hemorroides. Lo normal es que la sintomatología regrese cuando pase el efecto y además, los corticoides utilizados por periodos de tiempo prolongados pueden crear otro tipo de problemas en forma de sequedad cutánea, sensibilización de la piel o atrofia cutánea. Por ello deben proscribirse del tratamiento de las hemorroides salvo por periodos de tiempo cortos en presencia de trombosis hemorroidal. Otras pomadas contienen una combinación de anestésicos locales, antiinflamatorios y productos refrescantes o hidratantes, generalmente mentol o sustancias naturales extraídas de plantas. A pesar de que pueden aliviar los síntomas, no constituyen per se un tratamiento definitivo para la enfermedad hemorroidal.

Por lo tanto, las pomadas pueden ser de utilidad cuando existen episodios de inflamación o trombosis hemorroidal, pero una vez pasado estas crisis debe valorarse si procede un tratamiento más definitivo.

El síntoma principal de las hemorroides es la proctorragia, un sangrado de sangre roja, asociado generalmente al final de la defecación, en cantidad importante y sin dolor asociado. Si se trata de hemorroides grado I, el aumento de la ingesta de fibra en la dieta junto con algunas otras medidas como la ingesta abundante de agua y el ejercicio moderado diario pueden ser las únicas medidas de tratamiento necesarias. A este conjunto de hábitos, aumentar el consumo de fibra y agua y realizar un ejercicio físico moderado, se les conoce como cambios en los estilos de vida o medidas higiénico-dieteticas y constituyen el primer escalón en el tratamiento de las hemorroides grado I. La adición de fármacos flebotónicos (diosmina, hesperidina), en cualquiera de sus fórmulas comerciales, por periodos de tiempo cortos, no superiores a tres meses, ha demostrado también mejorar la sintomatología en pacientes con hemorroides de bajo grado.

En resumen, al margen de la utilización ocasional de cremas para la inflamación o el picor, la modificación en los estilos de vida y el uso de flebotónicos por periodos cortos de tiempo, constituyen el primer escalón de tratamiento en pacientes con hemorroides grado I

6.- Muchos pacientes con hemorroides pueden tratarse en la consulta de proctología de forma totalmente ambulatoria.

Los pacientes con hemorroides grado II y aquellos pacientes con hemorroides grado I que no responden o que presentan recaídas frecuentes con el tratamiento higienico-dietetico + flebotónicos pueden ser tratados en la consulta externa con procedimientos ambulatorios que no requieren anestesia. Existen tres modalidades de tratamiento: la escleroterapia, la ligadura con banda elástica y la coagulación por infrarrojos.

La escleroterapia, bastante difundida y conocida, es útil para controlar los síntomas hemorroidales (proctorragia y episodios de trombosis hemorroidal) en pacientes con hemorroides grado I y grado II. Tiene una especial indicación como segunda medida de tratamiento en las hemorroides grado I cuando han fracasado las medidas higienico-dieteticas asociadas a flebotónicos. Consiste en la inyección dentro de la hemorroide de una sustancia esclerosante (polidocanol o quinourea) provocando una inflamación local seguida de fibrosis que destruye las venas y capilares que existen en el interior de las hemorroides y fibrosa la hemorroide haciendo que se “pegue” a la pared del canal lo que reduce la capacidad de prolapso. Habitualmente requiere de varias sesiones de esclerosis, separadas por intervalos de 1-2 semanas, que se realizan en la misma consulta.

La ligadura con banda elástica, oo "bandíng", consiste en la aplicación una banda de goma sobre la base de la hemorroide para ocluirla, con el fin de impedir la entrada de sangre en su sistema vascular. Las consecuencias son parecidas a las de la escleroterapia, ya que la isquemia producida provoca inflamación y necrosis, seguida de cicatrización que fija la hemorroide, bastante disminuida de tamaño, dentro del canal anal. Es ligeramente más dolorosa que la escleroterapia pero mucho más efectiva en hemorroides grado II por lo que es el procedimiento ideal en estos casos. Tras la ligadura, el paciente puede notar una molestia persistente, similar a un pellizco, generalmente tolerada sin problemas, durante 2-3 días.

Dispositivo para ligadura hemorroidal y bandas elásticas

La coagulación por infrarrojos, es otra modalidad de tratamiento instrumental de las hemorroides de bajo grado. Es menos efectiva que la ligadura con banda elástica pero  también menos dolorosa, por lo que podría ser una alternativa a la escleroterapia en hemorroides grado I.

Por lo tanto, las hemorroides de bajo grado, hemorroides grado I que no responden a tratamiento con medidas de dieta e higiene y las hemorroides grado II pueden tratarse con estas modalidades de tratamiento, de forma completamente ambulatoria, sin anestesia y con escaso dolor. Para las hemorroides grado I puede utilizarse cualquiera de los tres procedimientos, si bien es preferible la escleroterapia o la coagulación por infrarrojos por su mejor tolerabilidad mientras que en las hemorroides grado II la mejor opción es la ligadura con banda elástica a causa de su mayor eficacia.

7.- La mayoría de las hemorroides no requieren cirugía

Se estima que menos del 10% de los pacientes con hemorroides necesitarán tratamiento quirúrgico. Esto es importante destacarlo porque la mayoría de los pacientes que acuden a una consulta con un cirujano general o coloproctólogo temen la posibilidad de tener que pasar por un quirófano. Sin embargo, de entrada, solamente las hemorroides grado IV, es decir, aquellas que están permanentemente prolapsadas, requieren tratamiento quirúrgico. ¿Y qué pasa con las hemorroides grado III?

Las hemorroides grado III pueden tratarse ambulatoriamente preferentemente con bandas elásticas, con métodos de cirugía mínimamente invasiva, concretamente ablación por laser o radiofrecuencia o mediante hemorroidectomía, es decir, mediante la extirpación quirúrgica de las hemorroides. Dado el carácter doloroso del postoperatorio tras una hemorroidectomía, la cirugía debe reservarse para pacientes con hemorroides grado III en los que han fracasado tratamientos menos invasivos. Aunque la efectividad de la ligadura con banda elástica en este tipo de hemorroides es menor que en las hemorroides grado II, pacientes con hemorroides grado III, con escaso prolapso y mínimos colgajos cutáneos, pueden responder bien a este tipo de tratamiento. En consecuencia, la cirugía estará indicada en pacientes con hemorroides sintomáticas que no han respondido a otros tratamientos o que no pueden tolerar los procedimientos realizados en consulta, pacientes con colgajos cutáneos externos grandes, pacientes que tienen hemorroides de tercer grado grandes o pacientes con hemorroides de cuarto grado.

La hemorroidectomía sigue siendo hoy el estándar de tratamiento quirúrgico para las hemorroides, entendido en términos de menor número de recaídas a largo plazo. Sin embargo, no está exenta de complicaciones. 10% de los pacientes tienen dolor prolongado y el postoperatorio suele ser bastante doloroso durante los 7 a 10 primeros días. Es por ello que se han buscado alternativas de tratamiento como la desarterialización hemorroidal guiada por doppler, que consiste en realizar ligadura de las ramas de la arteria hemorroidal de cada pedículo hemorroidal, identificada mediante ecografía con doppler, una tecnología que detecta el pulso arterial; o la hemorroidopexia mecánica, que consiste en resecar la mucosa rectal redundante con un dispositivo de corte y grapado, consiguiendo restablecer la posición normal de las hemorroides dentro del ano. Este último procedimiento, también conocido como PPH (procedimiento para el prolapso y las hemorroides) o técnica de Longo (por el cirujano italiano que la describió) se asocia a mayor recaída a largo plazo de lo que se pensaba inicialmente además de tener algunas complicaciones potencialmente graves como la perforación rectal con infección pélvica grave, por lo que su uso es cada vez menor. En cuanto a la desarterialización hemorroidal o HAL (del inglés “hemorrhoidal artery ligation”), aporta un postoperatorio con escaso dolor pero sus resultados a largo plazo en términos de recaída de la enfermedad son inferiores a la hemorroidectomía. Por todo ello, cuando es necesario recurrir a cirugía, hoy por hoy, la hemorroidectomía sigue siendo la técnica más eficaz.

8.- El tratamiento con laser no es la panacea para los pacientes que padecen hemorroides

En la práctica diaria, entre los pacientes, la palabra laser ha llegado a ser sinónimo de vanguardia, resolución y escaso dolor. En el campo de las hemorroides, una resección de las hemorroides con laser no aporta grandes ventajas respecto a la hemorroidectomía tradicional, ya sea realizada con tijeras, electrobisturí, ultrasonidos o tecnología LigaSure (un dispositivo de corte y sellado de los tejidos) aunque hay estudios que sugieren que el dolor postoperatorio es menor con la utilización de LigaSure.

Sin embargo, hace relativamente poco se ha introducido la tecnología laser, no para extirpar las hemorroides (hemorroidectomía) sino para provocar su destrucción aplicando energía dentro de las hemorroides. Mediante punción se coloca una aguja dentro de la hemorroide y a través de esta se introduce una fibra emisora de energía laser. La aplicación de pulsos continuados de energía provoca la destrucción del tejido hemorroidal y la disminución de tamaño de la hemorroide que queda fijada a la pared del canal anal. Este procedimiento, denominado termoablación, puede realizarse por láser y también con energía de radiofrecuencia. Las ventajas del procedimiento son su simplicidad y el escaso dolor postoperatorio debido a la ausencia de heridas de hemorroidectomía. Las pequeñas heridas y la inflamación provocada por la energía administrada puede provocar molestias y sangrado mantenido durante la primera semana y en casos de aplicar excesiva energía sobre el esfínter anal interno puede provocar cuadros de dolor intenso parecido al de la fisura anal. Existen pocos trabajos publicados y hace falta más datos y más tiempo de evaluación, pero de los datos que tenemos se sugiere que puede ser una opción útil en hemorroides grado II y III con escaso componente cutáneo externo. En términos generales, la energía laser es más potente que la radiofrecuencia, por lo que esta última sería preferible en hemorroides grado II y la termoablación laser tendía mejores resultados en las hemorroides grado III

9.- Aunque son bastantes seguras, las diferentes técnicas de tratamiento se pueden asociar a dolor, sangrado y fracaso, con necesidad de reintervención.

La ligadura con banda elástica se asocia a dolor en 2-4% de los pacientes con ligero sangrado en 3% y sangrado importante en 1% de los casos. 2-3% de los pacientes presentan trombosis hemorroidal. 77% de pacientes quedan asintomáticos y en 20% no hay mejoría o presentan empeoramiento, requiriendo tratamiento quirúrgico en 7,5%. La satisfacción con el procedimiento es elevada, en torno al 80-90%

La hemorroidectomía consigue el alivio de los síntomas en 95% de los pacientes y una resolución completa de los síntomas en 77%. 23-28% de los pacientes mantienen alguna molestia, principalmente picor anal. 4% presentan sangrado tardío y aproximadamente 1% requieren una reintervención. Menos del 1% pueden desarrollar estrechez progresiva del ano con limitación posterior de la función de defecación. 0,15% necesitan una reintervención en el plazo de 5 años. 88% de los pacientes refieren satisfacción.

El procedimiento LHP (termoablación con laser) se asocia a escaso dolor postoperatorio, 2 sobre una escala de máximo dolor igual a 10 en los primeros 3 días, disminuyendo en los días posteriores a 0. 60% de los pacientes presentan un sangrado el primer día de la cirugía y 30% en los días 2º y 3º sin sangrado con posterioridad al día 7º. Habitualmente los casos de sangrado se resuelven espontáneamente sin necesidad de reintervención quirúrgica. Permite un rápido retorno al trabajo y a las actividades normales de la vida diaria. 40% de los pacientes  vuelven a una vida normal en el primer día tras la cirugía y 100% en el segundo. Cerca del 100% de los pacientes responden afirmativamente acerca de las posibilidades de repetir el procedimiento en caso de persistencia o recurrencia de la enfermedad.

10.- El tratamiento de las hemorroides es escalonado y cada paciente tendrá un tratamiento ideal en función de sus circunstancias

 

 Ya hemos visto que existe una gran diversidad en tratamientos posibles para las hemorroides, que van desde la aplicación de distintas pomadas para tratar los síntomas hasta procedimientos quirúrgicos con doppler. ¿Cómo ordenar todo este arsenal terapéutico de la forma más efectiva? Hemos hablado de las hemorroides grado I que requieren tratamiento con fibra y agua y agentes flebotónicos. Si no se produce una mejoría clínica, puede intentarse la escleroterapia o la coagulación por infrarrojos. En las hemorroides grado II el tratamiento más eficiente son las bandas elásticas. Tiene una alta tasa de éxito con escaso dolor y pocas complicaciones. También puede indicarse el tratamiento con bandas en hemorroides grado I que no han ido bien con escleroterapia o infrarrojos. Si la respuesta a las bandas es pobre, puede recurrirse a la ablación con radiofrecuencia o laser. Las hemorroides grado III, siempre que no sean grandes o tengan grandes colgajos, pueden tratarse igualmente mediante ligadura con banda elástica. Aquellas que no respondan o recurran precozmente, así como las que sean grandes para considerar bandas tienen una opción con la ablación por laser. Finalmente, las hemorroides grado IV, las hemorroides con colgajos cutáneos de gran tamaño y cualquier grado de hemorroides en las que hayan fallado los procedimientos anteriores requieren intervención quirúrgica, siendo la opción más efectiva la hemorroidectomía. En este caso, el postoperatorio es doloroso, pero una vez transcurrido un mes, cerca del 90% de los pacientes se muestran satisfechos con la intervención.

 

 

 

 

 

Está en nuestra mano adoptar hábitos de vida que reduzcan el riesgo de aparición de enfermedades crónicas, fatales y/o invalidantes así como participar regularmente en programas de detección precoz de cáncer que permitan un diagnóstico temprano de cancer, en una etapa en la que es susceptible de curación. 

Es habitual que los primeros días de enero, justo después de haber finalizado las fiestas y celebraciones del periodo navideño, nos dediquemos a establecer propósitos y determinaciones para cumplir en el nuevo año. Otra cosa es que finalmente los llevemos a término. Según el psicólogo Richard Wiseman, casi el 90% de los propósitos de fin de año se quedan finalmente sin cumplir. Pero si en realidad estamos decididos a adoptar un propósito que sea significativo, una de las determinaciones más importantes que nos podemos plantear, y comprometernos seriamente en cumplir, es mejorar nuestra salud. Especialmente a partir de una edad en la que parece que nos cuesta más trabajo recuperarnos de los “excesos” de las festividades propias de los últimos días del año.

En un artículo anterior, destacaba que, al igual que la persona tiene diferentes dimensiones, de las cuales el cuerpo es sólo una de ellas, la salud es un concepto amplio en el que también identificamos con diferentes ámbitos. Y el primer escalón en la salud es la salud corporal.

Salud corporal se refiere a todo lo relacionado con el cuidado, mantenimiento  y “reparación” de esta fabulosa herramienta que es nuestro cuerpo. Y quiero destacar “cuidado”, “mantenimiento” y “reparación” porque estas tres palabras señalan diferentes áreas de actuación de la medicina actual: la salud pública, la promoción de la salud, la prevención de la enfermedad, la asistencia a la persona enferma, incluyendo procedimientos de diagnóstico, tratamiento médico y tratamiento quirúrgico, y, finalmente, la rehabilitación de las personas que han superado una enfermedad con el objetivo de restaurar de forma completa o parcial su funcionalidad y su desempeño personal y social.

Salud corporal se refiere a todo lo relacionado con el   cuidado, mantenimiento y “reparación” de esta fabulosa herramienta que es nuestro cuerpo

La faceta más conocida de la medicina es sin duda la medicina asistencial, la medicina que se lleva a cabo en clínicas, consultorios, centros de salud y hospitales y que tiene como objetivo restablecer la salud, deteriorada por un proceso agudo llamado enfermedad o proporcionar una ayuda, cuando no sea posible la curación completa, para hacer que el cuerpo compense con ayuda de medicamentos las limitaciones asociadas al deterioro de uno o varios órganos. En el primer caso hablamos de enfermedades agudas mientras que en el segundo grupo tenemos el gran capítulo de las enfermedades crónicas

Tanto en uno como en otro caso, se requiere un proceso diagnóstico que permita identificar la causa de los síntomas y secundariamente establecer un tratamiento, tratamiento que puede ser médico, basado en el consumo de medicamentos, o quirúrgico, a través de una operación o intervención quirúrgica. Etimológicamente, cirugía procede del griego “trabajo con las manos”. La expresión tratamiento quirúrgico se refiere al tratamiento realizado mediante una intervención en quirófano. Hoy día, existen modalidades de tratamiento intermedias en las que a través de exploraciones complementarias como la endoscopia o el cateterismo, es posible tratar determinados padecimientos que antes requerían cirugía. Puesto que en último extremo, estos tratamientos, denominados “intervencionistas”, se siguen realizando con el concurso de las manos, no dejan de ser una forma de cirugía, menos invasiva.  

Mi campo es el de las enfermedades agudas que se tratan mediante cirugía, permitiendo la recuperación completa del paciente. A medida que este blog crezca, se irá llenando de información sobre este tipo de enfermedades, pero ahora me quiero centrar en la parte que está al alcance de cualquier persona, sin necesidad de la participación de un médico. Me refiero a la prevención de la enfermedad y la promoción de la salud corporal.

La medicina asistencial, es la medicina que se lleva a cabo en clínicas, consultorios, centros de salud y hospitales y que tiene como objetivo restablecer la salud, deteriorada por un proceso agudo llamado enfermedad o proporcionar una ayuda, cuando no sea posible la curación completa, para hacer que el cuerpo compense con ayuda de medicamentos las limitaciones asociadas al deterioro de uno o varios órganos

 Una expresión frecuente dentro del mundo médico es hablar de las “tres C”, acrónimo de “Corazón”, “Cáncer” y “Carreteras” para referirse a las tres causas de muerte más frecuentes en la sociedad en la que vivimos. Habitualmente, solo un pequeño puñado de causas suelen ser responsables de la mayor parte de un problema, y no es necesario conocer todas las causas para tratar éste satisfactoriamentemente sino que basta centrarse en las causas más importantes. Esto se conoce como Principio de Pareto y en consecuencia si conocemos cuales son los hábitos que conducen al desarrollo de enfermedades cardiacas, cáncer o accidentes de tráfico y trabajamos para modificarlos, ya estaremos disminuyendo notablemente el riesgo de muerte precoz y mejorando nuestra salud corporal.

 ¿Hay algún factor que sea común a estos tres tipos de causas de mortalidad? Sí, lo hay. Lo que influye en estas tres situaciones premórbidas es el alcohol. El alcohol favorece la aparición de determinados tipos de cánceres, sobre todo digestivos (esófago, estómago, hígado, pancreas y colon). De forma menor, el alcohol también actúa como factor de riesgo para el desarrollo de enfermedades cardiovasculares, haciendo más difícil el control de la tensión arterial. Y sin duda, el alcohol es el factor más implicado en los accidentes de tráfico y en las muertes en carretera. Además, el alcohol puede afectar la capacidad de razonamiento y juicio y el consumo prolongado de alcohol daña las neuronas, lo que a la larga puede provocar un daño permanente a la memoria, a la capacidad de razonamiento y a la conducta. También, puede precipitar o empeorar problemas del sueño provocando un cansancio crónico que tampoco ayuda a un mejor desempeño de nuestras actividades diarias. Es evidente el daño que el alcohol ocasiona sobre la salud física, pero también en la salud familiar y social y un planteamiento serio de cuidado del propio cuerpo debería considerar abandonar o reducir al mínimo el consumo de alcohol.

 

Si conocemos cuales son los hábitos que conducen al desarrollo de enfermedades cardiacas, cáncer o accidentes de tráfico y trabajamos para modificarlos, ya estaremos disminuyendo notablemente el riesgo de muerte precoz y mejorando nuestra salud corporal.

 Desde hace mucho tiempo se conocen los factores que favorecen las enfermedades cardiovasculares. ¿Y qué se entiende por enfermedades cardiovasculares? Son un grupo diverso y heterogéneo de trastornos que tienen en común su origen en una reducción del flujo sanguíneo a distintos órganos. Se sabe que diversos factores, como el colesterol, el tabaco y la diabetes favorecen que se produzcan depósitos de calcio y colesterol en las  paredes de las arterias, reduciendo el aporte de sangre hacia los órganos que nutren. Este trastorno se conoce como arterioesclerosis. Lo más habitual es la falta de riego sanguíneo al corazón, provocando infartos de miocardio o al cerebro donde origina accidentes cerebrovasculares también conocidos como ictus, pero puede afectar también a otros órganos como el intestino dando lugar a cuadros de angina o infarto intestinal o a las piernas, provocando gangrena y necesidad de amputación.

El estudio Framingham, un amplio estudio que comenzó en 1948, ha permitido identificar los factores que se asocian al desarrollo de enfermedades cardiovasculares. En investigación médica, este estudio se conoce como estudio de cohortes y consiste en vigilar a lo largo del tiempo a una serie de pacientes encuadrada en dos grupos, uno de los cuales tiene una característica y el otro no. Estos dos grupos se denominan “cohortes”, de ahí el nombre que se le da al estudio. Al cabo de un periodo de tiempo se mide la aparición de un efecto, o enfermedad en cada uno de los grupos. Si la aparición de la enfermedad en el grupo que tiene una determinada característica es significativamente mayor que en el grupo que no la tiene se puede concluir que esa características favorece la aparición de la enfermedad. Como consecuencia del estudio Framingham se ha conocido que una serie de factores favorecen el desarrollo de las enfermedades cardiovasculares. Cuanto más factores de riesgo tenga una persona, mayores serán sus probabilidades de padecer una enfermedad del corazón. Algunos factores de riesgo pueden cambiarse, tratarse o modificarse y otros no. Pero el control del mayor número posible de factores de riesgo, mediante cambios en el estilo de vida y/o medicamentos, puede reducir el riesgo cardiovascular y por tanto el riesgo de sufrir un infarto cardiaco o un ictus.

Los principales factores de riesgo para las enfermedades cardiovasculares son la hipertensión arterial, el colesterol elevado, la diabetes, el tabaquismo, la obesidad y el sobrepeso y la inactividad física

Los principales factores de riesgo son la hipertensión arterial, el colesterol elevado, la diabetes, el tabaquismo, la obesidad y el sobrepeso y la inactividad física. Entre los factores secundarios o menores, se cree que el estrés contribuye al riesgo cardiovascular.  También las hormonas sexuales parecen desempeñar un papel en las enfermedades del corazón. Entre las mujeres menores de 40 años de edad, no es común ver casos de enfermedades del corazón, pero entre los 40 y 65 años de edad, cuando la mayoría de las mujeres pasan por la menopausia y se produce un cambio hormonal en el organismo, aumentan apreciablemente las probabilidades de que una mujer sufra un ataque cardiaco, igualándose al riesgo del hombre a partir de los 65 años de edad. Sin embargo, los anticonceptivos orales de hoy se consideran seguros en mujeres menores de 35 años de edad que no fuman ni sufren de hipertensión. Finalmente, también contribuye al riesgo de enfermedades cardiovasculares, el alcohol como ya se ha dicho antes.

Lo que nos interesa desde una perspectiva de mejora de la salud son aquellos factores de riesgo que podemos modificar eliminando hábitos nocivos y adoptando hábitos saludables. ¿Y qué habitos relacionados con las enfermedades cardiovasculares podemos modificar? Si revisamos los factores de riesgo para enfermedades cardiovasculares vemos que podemos eliminar el tabaco, la obesidad y la inactividad física y mejorar mediante tratamiento médico la hipertensión, diabetes y colesterol elevado, aunque también podemos influir sobre ellos antes de que se manifiesten clínicamente a través de hábitos saludables como la alimentación y el ejercicio físico. Nos quedamos con las tres situaciones primeras. Importante evitar el tabaco, mantener un peso adecuado y realizar cierta actividad física de manera diaria, hábito este último que tienen un efecto beneficioso al reducir la inactividad física, la obesidad y el sobrepeso. Adoptando hábitos de alimentación y ejercicio saludables, estamos modificando cinco de los factores de riesgo relacionados con las enfermedades cardiovasculares.

Con respecto a la obesidad y la inactividad física, ambas están estrechamente relacionadas. La inactividad conduce a sobrepeso y en último extremo a obesidad y a la inversa: las personas obesas tienden a moverse menos. Esta relación entre alimentación y ejercicio físico ha experimentado cambios en la historia a lo largo de las distintas revoluciones que han provocado un cambio de paradigma en la sociedad, aumentando progresivamente el consumo energético con una disminución paralela de la actividad física

Las sociedades prehistóricas, donde existe un estilo de vida cazador y recolector, se caracterizan por una elevada actividad física (son nómadas y tienen que cazar) y unos hábitos de alimentación basados en los frutos recolectados y en menor medida en carne y pescado obtenido de la caza y de la pesca.

Tras la revolución neolítica, se produce un cambio a sociedades predominantemente agrícolas. En ellas, sigue existiendo un importante actividad física al realizar las tareas agrícolas, aunque ha desaparecido el carácter nómada y cazador, y en la alimentación empiezan a introducirse productos cultivables como los cereales. Se reduce por lo tanto la actividad física y se produce un aumento calórico respecto a la etapa previa.

El siglo XIX asiste a la revolución industrial. Aparece la máquina de vapor y muchos procesos que anteriormente eran manuales se automatizan. La sociedad experimenta un cambio de modelo productivo con desplazamiento del trabajo en el campo al trabajo en las fábricas. Disminuye aún más el trabajo corporal y la quema de calorías (trabajo en fábrica en lugar de en el campo) y el hombre se vuelve más sedentario.

Finalmente, la revolución informática inaugura una nueva sociedad a partir de las últimas décadas del siglo XX donde el trabajo se realiza delante de un ordenador y las tecnologías alimentarias a gran escala han introducido lo que se conoce como comida basura. El trabajo automatizado y la dependencia cada vez mayor de sistemas digitales han multiplicado el sedentarismo de la sociedad a la vez que el empeoramiento de los hábitos alimenticios con dietas ricas en carbohidratos y azúcares refinados y grasas, ha conducido a lo que algunos expertos denominan una epidemia de obesidad. Y las personas con obesidad tienen una mayor probabilidad de sufrir diabetes, hipertensión arterial, niveles elevados de colesterol y triglicéridos en la sangre, ataques cardíacos debido a enfermedad cardíaca coronaria, insuficiencia cardíaca y accidente cerebrovascular.

Además de incrementar el riesgo de episodios cardiovasculares, la obesidad favorece la aparición de problemas óseos y articulares ya que el mayor peso ejerce mayor presión sobre los huesos y articulaciones lo que puede llevar a osteoartritis, una enfermedad que causa rigidez y dolor articular. La obesidad favorece también la apnea, o interrupción de la respiración durante el sueño, y esto puede causar fatiga o somnolencia diurna, poca atención y problemas en el trabajo.

A la vista de todo este elenco de trastornos, toda persona preocupada por su salud corporal debería tratar activamente de perder peso hasta situarse en un peso normal para su masa muscular y en realizar una actividad física moderada al día que puede estimarse en caminar al menos 30-40 minutos diarios.

 Con respecto al tabaco, fumar no sólo causa cáncer de pulmón, que es con lo que todo el mundo lo relaciona inmediatamente, sino que puede ocasionar daño a casi todos los órganos en el cuerpo, incluyendo los pulmones, el corazón, los vasos sanguíneos, los órganos genitales, la boca, la piel, los ojos y los huesos. Fumar favorece la aparición de cáncer de pulmón, pero también de boca, laringe, faringe, esófago, riñón, cuello uterino, hígado, vejiga, páncreas, estómago y colon y recto. Al margen del cáncer, fumar daña las vías respiratorias, provocando enfermedad pulmonar obstructiva crónica, bronquitis crónica, y enfisema pulmonar. Pero también el tabaco favorece la arterioesclerosis, lo que a la larga puede provocar obstrucciones del flujo sanguíneo a determinados órganos como ya hemos mencionado. También el tabaco puede afectar a la vida sexual y reproductora, en la mujer, dificultando el embarazo y en caso de mujeres embarazadas provocando daños tanto a ellas como a los niños. Es frecuente los recién nacidos de bajo peso hijos de madres fumadoras. En cuanto al hombre, los hombres fumadores tienen mayor riesgo de llegar a tener disfunción eréctil y por tanto impotencia. Fumar también puede afectar el semen (lo que reduce la fertilidad) y aumentan el riesgo de aborto espontáneo y defectos de nacimiento.

En definitiva, muchos de los problemas relacionados con el fumar pueden restar calidad de vida a las personas muchos años antes de su muerte. Por tanto, fumar es un hábito cuyo abandono tiene un impacto muy importante en la salud de nuestro cuerpo. Y salud, no es sólo aumento de los años de vida, sino también en la calidad de vida.

…muchos de los problemas relacionados con el fumar pueden restar calidad de vida a las personas muchos años antes de su muerte 

La última de las tres grandes causas de mortalidad en nuestras sociedades desarrolladas es el cáncer. Ya se han mencionado algunos factores de riesgo relacionados con el cáncer: alcohol, tabaco y obesidad. Vamos a profundizar más en ellos.

El Código Europeo contra el Cáncer (CECC) es una iniciativa de la Comisión Europea para aconsejar a los ciudadanos sobre que cosas pueden hacer para reducir el riesgo de cáncer, refiriéndose tanto a evitar o disminuir la exposición a agentes cancerígenos o a cambiar estilos de vida no saludables, como a participar en pruebas de cribado de eficacia demostrada. Se considera que podrían evitarse casi la mitad de las muertes por cáncer en Europa si todos siguieran estas recomendaciones. La primera edición del CECC se publicó en 1987. La cuarta edición seencuentra en español en el sitio web: http://cancer-code-europe.iarc.fr/index.php/es, junto con mensajes en formato de preguntas y respuestas, que dan más información sobre cada recomendación y sobre aspectos relativos a la prevención del cáncer.

 

Se trata de una lista de doce medidas que recogen advertencias en contra del tabaco y del humo, de la obesidad y la inactividad física, de una dieta perjudicial, del alcohol, de la excesiva exposición solar sin protección adecuada, de la exposición a contaminantes en el entorno del trabajo o del hogar y de la terapia hormonal, bien evitándola o bien fomentando estilos de vida hormonalmente saludables como la lactancia. También se muestra claramente a favor de prácticas preventivas como la vacunación frente al virus del papiloma humano o la participación en programas de detección precoz de cáncer.

Es importante insistir en el punto 5. La alimentación juega un papel importante en la aparición o prevención del cáncer de colon. En países en vías de desarrollo, donde la dieta básica son carbohidratos y fibra, la incidencia de determinados cánceres como el cáncer de colon es muy baja. Sin embargo, cuando personas de estos países migran a países en vías de desarrollo, se ha observado que en las siguientes generaciones, el riesgo se iguala con el de los habitantes de los países de acogida. Esta observación descarta una causa genética en el desarrollo del cáncer. También se ha visto que el consumo de carmes rojas y procesadas por encima de un determinado umbral diario se asocia a la aparición de cáncer de colon, mientras que el consumo elevado de productos ahumados se relaciona con el cáncer gástrico. Además, el consumo de niveles elevados de carbohidratos y azúcares refinados se asocia al desarrollo de obesidad. Y ya hemos visto como la obesidad puede asociarse también con determinados tipos de cáncer. En consecuencia, una dieta basada fundamentalmente en vegetales, legumbres, frutas y cereales, junto con aceites ricos en grasas monoinsaturadas (el aceite oliva), alimentos ricos en acidos grasos omega 6 (pescado), yogur y restricción de productos animales confiere la mayor protección frente al desarrollo de cáncer. Y este parece ser por tanto el milagro de la llamada dieta mediterránea.

una dieta basada fundamentalmente en vegetales, legumbres, frutas y cereales, junto con aceites ricos en grasas monoinsaturadas (el aceite oliva), alimentos ricos en acidos grasos omega 6 (pescado), yogur y restricción de productos animales confiere la mayor protección frente al desarrollo de cáncer

Por último, hasta ahora hemos hablado de prevención primaria, es decir de evitar factores o prácticas asociadas al desarrollo del cáncer. Pero existe otra estrategia denominada prevención secundaria que reduce la incidencia y/o la mortalidad por cáncer al detectarlo precozmente en estadios en los que aún no ha malignizado o en estadios muy precoces donde aún no se ha diseminado y su extirpación supone la curación de la enfermedad. En la actualidad se reconocen cuatro grandes programas de cribado poblacional: colorrectal, próstata. Mama y genital en mujeres (cérvicouterino).

Un programa de cribado consiste en realizar una prueba diagnóstica a toda la población que reúna una serie de requisitos, dentro de una comunidad geográfica determinada (un país, una comunidad autónoma, un municipio,…). El resultado de esta prueba permite seleccionar a aquellas personas con mayor probabilidad de tener una enfermedad maligna, con el objeto de realizarles un número mayor de pruebas más específicas. Esta exploración general se realiza habitualmente a intervalos de 1 ó 2 años lo cual permite detectar a personas con enfermedad de reciente aparición.

  • En el caso del cáncer de mama, la prueba utilizada como cribado es la mamografía. Bianualmente se realizan mamografías a todas las mujeres entre 50 y 65 años con el objeto de detectar pequeñas lesiones. Dependiendo del resultado de los estudios, las pacientes se someten a otras exploraciones (ecografía, resonancia, biopsia,…) o quedan en seguimiento y se le repiten las exploraciones en periodos de seis meses para apreciar cambios precoces.
  • En el cáncer colorrectal, la prueba de cribado es el estudio de sangre oculta en heces. También de forma bianual se realiza una determinación para la detección de sangre en una muestra de heces y en caso de ser positiva se selecciona ese paciente para realización de colonoscopia.
  • En el caso del cáncer de próstata, el cribado se realiza mediante la determinación de PSA, un marcador tumoral muy específico de la próstata que cuando se eleva sugiere la necesidad de realizar ecografía, y biopsia si es el caso, para descartar un cáncer.
  • Finalmente, las neoplasias genitales en la mujer se identifican mediante exploración ginecológica y citología en las mujeres encuadradas en los grupos de riesgo. A través de esta citología pueden identificarse células malignas que aconsejen un estudio más dirigido sobre estas mujeres que han dado positivo. 

Es importante destacar que la fortaleza de los programas de cribado depende de la participación de la población a la que se invita a adherirse. Si un país convoca anualmente a 1.000.000 de personas para entrar en un programa de cribado y sólo acuden 300.000, la eficacia del programa se reduce a un 30% de la eficacia que podría tener. En consecuencia, 70% de cánceres que podrían ser detectados precozmente y tratados en un momento en el que los resultados serían excelentes, van a pasar desapercibidos y se detectarán más tarde cuando den síntomas, siendo las posibilidades de curación en estos casos desgraciadamente menores e inexistentes en algunos pacientes a causa del desarrollo de metástasis.

A lo largo de estas líneas se ha tratado de dar a conocer que las principales causas de mortalidad en los países desarrollados como es España, son debidas a unos pocos factores desencadenantes que además suelen tener un efecto sinérgico e interdependiente. Evitar el alcohol reduce el riesgo de muerte por accidente de tráfico, enfermedad cardiovascular y cáncer. Combatir la obesidad reduce la probabilidad, tanto de enfermedades cardiovasculares como de determinadas neoplasias. Y lo mismo ocurre con el tabaco. Una alimentación equilibrada del tipo de la dieta mediterránea, restringiendo el consumo de carnes rojas y procesadas, también tiene un efecto benéfico sobre la salud reduciendo el riesgo de eventos cardiovasculares y cánceres digestivos. Eliminar todos estos factores está en nuestra mano. Además, para poder influir sobre el componente genético que no está en nuestra mano controlar, la participación en programas de detección precoz de cáncer (programas de cribado) permite la posibilidad de identificar de manera temprana, en fase premaligna o muy incipiente, tumores que pueden ser tratados con procedimientos poco invasivos, asegurando una curación que no sería posible si se diagnosticaran en estadios más avanzados.

Vida sólo hay una. No tenemos segundas oportunidades si desperdiciamos el don que se nos ha dado. Tenemos una vida que vivir y las posibilidades y oportunidades que se nos ofrecen a lo largo de nuestros años dependen de ese vehículo maravilloso que es nuestro cuerpo. Tenemos la obligación de vivir muchos años para poder cumplir nuestra misión y propósito en la vida, pero además tenemos que llenar de calidad esos años. Cuidar el vehículo que es nuestro cuerpo es el mayor acto de amor que amor que podemos hacer por nosotros mismos.

 

 

Para mí, que estar sano, sentir bienestar o incluso poder afirmar que uno es feliz, requiere de varias circunstancias: un cuerpo sano, tener cubiertas las necesidades básicas, una mente y unas emociones equilibradas, unas relaciones sanas  y un propósito correcto en la vida

Desde hace algún tiempo, forma parte de mis intenciones, mejorar mi nivel de salud. Pienso que todo el mundo es consciente de que a partir de un determinado momento, que coincide con el final de lo que se entiende como vida fértil, el organismo empieza a renquear, a fallar, a envejecer… Escuché una vez a un conferenciante, decir que los 40 era la edad de los “aminuncas”, porque… “a mi nunca me había dolido la espalda”, “a mi nunca me había dolido la cintura”, etc. etc. Esto no es ni más ni menos que el producto de una decisión biológica, de no invertir más recursos en reparar nuestros tejidos y órganos una vez que dejamos atrás la época en que debiéramos haber transmitido nuestros genes a la generación que nos suceda. Por ello, invertir en mejorar nuestra salud, algo que hasta hace 100 o 200 años no era demasiado relevante porque la esperanza de vida al nacer era más bien escasa, hoy se convierte en una necesidad a causa del extraordinario incremento en años de vida. Ahora es más necesario que nunca llenar de calidad este excedente de años.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define “Salud”como “un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”.La cita procede del preámbulo de su constitución adoptada en 1946. Desde entonces, la interpretación de esta definición no ha dejado de ser objeto de controversia ya que es difícil lograr un consenso universal acerca de la idea de bienestar.

Podemos definir el “bienestar” como“el estado en el que una persona toma consciencia del buen funcionamiento de su actividad y desempeño en la vida”. Teniendo en cuenta que el concepto de persona va más allá del cuerpo físico, incluyendo emociones, procesos cognitivos y relaciones sociales, es necesario integrar todas estas dimensiones dentro del concepto de bienestar, tal y como recoge la constitución de la OMS.

Un concepto parecido al de bienestar podría ser “felicidad”. La Real Academia de la Lengua Española define la felicidad como un “estado de grata satisfacción espiritual y física”. Nuevamente vemos que se diferencian dos de las dimensiones de la persona, una, la que tiene que ver con el cuerpo como organismo físico, y otra, la que hace referencia a las funciones intelectuales superiores que caracterizan al ser humano. En realidad, aún cuando en las tres definiciones anteriores, salud, bienestar y felicidad, se mencionan de forma ambigua e incompleta las dimensiones de la persona completa, resulta evidente que estas dimensiones existen y deben contemplarse.

Para mí, que estar sano, sentir bienestar o incluso poder afirmar que uno es feliz, requiere de varias circunstancias: un cuerpo sano, tener cubiertas las necesidades básicas, una mente y unas emociones equilibradas, unas relaciones sanas  y un propósito correcto en la vida, lo cual coincide plenamente con los cinco escalones de la pirámide de las necesidades humanas. Esta idea se la debemos a Abrahán Maslow, un psicólogo del siglo XX que en 1943 publicó  “Una teoría sobre la motivación humana”. En esta obra describe las diversas necesidades humanas en forma de pirámide estructurada en cinco escalones. La base incluye las necesidades fisiológicas (dimensión corporal). El segundo escalón recoge las necesidades de seguridad (necesidades básicas). El tercer escalón engloba necesidades sociales. El cuarto recoge necesidades de autoestima y reconocimiento (dimensión emocional y mental). Finalmente el quinto escalón engloba aquello que Maslow describe como “autorrealización” y que abarcaría el propósito correcto en la vida o dimensión espiritual.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define “Salud”como “un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”

Pues sí, necesitamos un cuerpo sano. Consecuentemente con esto, el primer escalón de la pirámide de Maslow recoge necesidades básicas como la alimentación y bebida, cobijo y descanso. Alcanzar el bienestar corporal implica adquirir hábitos de alimentación saludable, realizar ejercicio físico y descansar adecuadamente. Dicho así, parece fácil. Pero no lo resulta tanto. Y se podrían mencionar cientos de libros acerca de cada uno de estos aspectos. Sin embargo, quiero destacar aquí la importancia de adquirir una serie de hábitos diarios encaminados a alcanzar estos objetivos.

El segundo dominio abarca la dimensión psicológica que incluye las emociones y los pensamientos. El bienestar emocional se refiere a la habilidad de manejar las emociones, lo que no significa reprimirlas sino sentirse cómodo al manifestarlas, y hacerlo de forma apropiada. La realidad es que las personas con capacidad para resolver los conflictos y las tensiones, y saber transitar por los trances dolorosos de la vida tienen la flexibilidad suficiente como para disfrutar más de ella. Alcanzar el bienestar psicológico es más complicado. Desde el punto de vista psicológico tenemos que tener en cuenta dos aspectos, la gestión de las emociones propias y ajenas por un lado, y la gestión de los procesos cognitivos, pensamientos, ideas, creencias,… Dado que estos procesos emocionales y cognitivos forman parte de nuestra personalidad y nos acompañan desde nuestra infancia, modificarlos requiere un trabajo considerable. Sin embargo, no es imposible. Herramientas como la inteligencia emocional o la programación neurolingüística (PNL) pueden ayudar a modificar estos hábitos, profundamente arraigados, dirigiéndonos progresivamente a una mejor gestión de nuestros componentes psicológicos. El principal requisito es que seamos conscientes de cómo nuestras emociones, pensamientos y creencias nos apartan de un estado de bienestar y tener la firme determinación de trabajar para cambiarlo. Esa determinación requiere constancia y perseverancia. Una vez más es importante destacar la importancia de generar hábitos. Al final, todo se reduce a crear y mantener buenos hábitos.

 

 

Herramientas como la inteligencia emocional o la programación neurolingüística (PNL) pueden ayudar a modificar estos hábitos, profundamente arraigados, dirigiéndonos progresivamente a una mejor gestión de nuestros componentes psicológicos.

Una tercera dimensión es la dimensión social. El hombre es un animal social hasta el punto de que, en lamentables experiencias en la historia en las que a un ser humano se le ha privado del contacto con otras personas, el resultado ha sido una persona incompleta. El bienestar social se alcanza mediante la satisfacción de las necesidades de de amistad, afecto, intimidad sexual, reconocimiento, confianza y éxito. Es necesario el desarrollo de una serie de habilidades sociales que permitan desempeñarse de manera óptima en los diferentes grupos en los que nos movemos: familia, amigos, trabajo y sociedad en general. Daniel Goleman, en “La Práctica de la Inteligencia Emocional” describe estas habilidades sociales como la capacidad de establecer redes efectivas de confianza, conocimiento y competencia. Todos conocemos personas que, se trate de lo que se trate, siempre saben resolver problemas, incluso aunque estén alejados de su área de maestría. Lo que caracteriza a estas personas es tener contactos a los que recurrir para cada uno de los temas que no dominan. Son personas que levantan el teléfono y saben siempre a quien preguntar porque han desarrollado redes, redes basadas en la confianza, el conocimiento y la competencia. La Inteligencia Emocional y la PNL, en la medida en que nos enseña a reconocer y gestionar nuestras emociones y creencias, también nos ayuda a mejorar nuestras interrelaciones sociales al ser capaces de identificar y procesar emociones y procesos cognitivos presentes en otras personas.

Muy relacionada con la dimensión física y la social, tenemos la dimensión económica de la persona. Si bien es cierto el dicho popular que afirma que el dinero no da la felicidad, la verdad es que la ausencia de dinero tampoco la proporciona. Alcanzar un bienestar económico implica tener unos ingresos adecuados, superiores a los gastos que hacemos, de manera que podamos obtener un excedente. Robert Kiyosaki, recomienda tres niveles secuenciales a la hora de utilizar este excedente: un fondo de reserva para situaciones imprevistas; posteriormente un fondo de comodidad para poder permitirnos ciertas cosas que nos hagan la vida más agradable y finalmente, cuando los dos fondos anteriores han sido cubiertos, un fondo de riqueza que nos permita aumentar progresivamente nuestros ingresos. En definitiva, este excedente puede ser destinado a tener cubiertas situaciones imprevistas,  aumentar nuestra comodidad material o invertir y generar aún mayores ingresos que nos permitan disponer de más tiempo libre para las actividades que nos proporcionan satisfacción. Entre estas actividades también podemos dedicar este tiempo libre a ayudar a otras personas, lo que aumenta, en consecuencia, nuestro bienestar social y espiritual.

Finalmente no podemos obviar la dimensión espiritual. El bienestar espiritual se identifica con la cúspide de la pirámide de las necesidades humanas: la autorrealización. Se puede alcanzar el bienestar espiritual cuando tenemos un propósito en la vida y luchamos por alcanzarlo. La palabra espiritual puede ser mal interpretada al serle atribuida el significado de religioso. Y es cierto que para muchas personas, el propósito mediante el cual se sienten autorrealizados puede obedecer al cumplimiento de los principios y valores de una determinada confesión o a sentirse en sintonía y armonía con la idea de Dios con la cual se identifiquen desde el punto de vista de su confesión religiosa. Pero es posible tener una vida con propósito incluso sin la idea consciente de Dios o sin identificación de tipo confesional. Alcanzar la autorrealización requiere identificar en nosotros cuatro elementos: lo que nos gusta (pasión), lo que se nos da bien hacer (vocación), lo que ayuda a otras personas (misión) y lo que nos proporciona ingresos (profesión) y hacerlos uno sólo: el propósito. Hacer lo que nos gusta y se nos da bien; poner nuestros dones al servicio de los demás y recibir una remuneración que nos permita vivir son los elementos a través de los cuales podemos sentirnos realizados en la vida.

 

Alcanzar la autorrealización requiere identificar en nosotros cuatro elementos: lo que nos gusta (pasión), lo que se nos da bien hacer (vocación), lo que ayuda a otras personas (misión) y lo que nos proporciona ingresos (profesión) y hacerlos uno sólo: el propósito.

En definitiva, alcanzar la felicidad, alcanzar un estado de grata satisfacción física y espiritual, requiere gozar de una buena salud, es decir, un estado de bienestar físico, psicológico, social, económico y espiritual. Se trata de disponer de una consciencia plena de estar desempeñándonos bien como individuos, en todos los ámbitos de la persona. Dicho en breves palabras, estar sano, de una manera integral, contribuye a ser feliz, y para ello es necesario tener claro el propósito en la vida y poner todo el empeño en conseguirlo sabiendo que es una carrera de fondo y que lo habremos alcanzado cuando tengamos una percepción clara de sentirnos realizados. Para lograrlo es necesario cuidar de nuestro cuerpo, trabajar una serie de habilidades emocionales y sociales que nos permitan gestionar adecuadamente nuestras emociones y creencias y tomar conciencia de las de las personas con las que nos relacionamos, poner nuestro propósito al servicio de los demás y obtener unos ingresos adecuados que nos permitan disponer periódicamente de un excedente con el que mejorar nuestro bienestar y el de otras personas. Y todo ello sin olvidar que tenemos un cuerpo que cuidar y que si no lo alimentamos adecuadamente, lo ejercitamos y le proporcionamos descanso, no estará en condiciones de contribuir a todo lo anterior.

Para poder aproximarme a esta idea, en los últimos tiempos me he centrado en adoptar una serie de hábitos. Lo primero es lo primero. Cuido mi cuerpo. Mi cuerpo es un compañero extraordinario que me permite aprender, me permite ganarme la vida, me permite tener amigos, y me permite sentirme realizado. Sin un cuerpo en perfecto estado nada de eso sería posible, o sería muy complicado. De manera que me he propuesto firmemente hacer ejercicio, comer de manera saludable y proporcionar a mi cuerpo el descanso que necesita. A mi edad, correr ya no es posible. Una vez lo intenté y por poco me destrozo el menisco de manera que mi traumatólogo me aconsejó que nadara. No he conseguido alcanzar una afición increíble por la natación de manera que me limito a caminar. Pero se me ha metido la afición y trato de caminar 9-10 kilómetros de forma diaria. Al principio cuesta, pero al llevar un tiempo haciéndolo me he dado cuenta de que no puedo ni quiero dejarlo ya que la sensación de placer que me produce es extraordinaria. Esto es consecuencia de unas hormonas que libera el sistema nervioso que se llaman endorfinas. Ya no puedo pasar sin ellas. También he empezado a trabajar de forma suave algunos grupos musculares. Realizo series de abdominales, flexiones, sentadillas, bíceps,… Y sobre todo, me estoy empezando a aficionar al yoga. Practicar las asanas requiere concentración con la respiración y eso ayuda a mantenerme consciente. Es ejercicio físico y mental a la vez. Incluso espiritual, porque la atención consciente a la respiración ayuda a profundizar en nuestro autoconocimiento.

 

 

Estar sano, de una manera integral, contribuye a ser feliz, y para ello es necesario tener claro el propósito en la vida y poner todo el empeño en conseguirlo sabiendo que es una carrera de fondo y que lo habremos alcanzado cuando tengamos una percepción clara de sentirnos realizados. Para lograrlo es necesario cuidar de nuestro cuerpotrabajar una serie de habilidades emocionales y sociales que nos permitan gestionar adecuadamente nuestras emociones y creencias y tomar conciencia de las de las personas con las que nos relacionamos, poner nuestro propósito al servicio de los demás y obtener unos ingresos adecuados que nos permitan disponer periódicamente de un excedente con el que mejorar nuestro bienestar y el de otras personas.

El yoga es un puente entre el bienestar físico y el psicológico/espiritual, ya que la práctica de la atención consciente o “mindfulness” forma parte hoy día de cualquier estrategia de mejora de nuestros procesos emocionales y creencias. Procuro realizar mindfulness, apoyado en técnicas de visualización y afirmaciones positivas por las mañanas. La visualización y las afirmaciones forman parte del elenco de herramientas de la PNL, y en la medida en que actúan a nivel de la mente inconsciente, pueden ser útiles para modificar hábitos de largo tiempo arraigados. Mindfulness y PNL son muy eficaces para modificar creencias. Junto a esto, procuro leer y escribir. Leer sobre herramientas de autoconocimiento y crecimiento personal me ayuda a encontrar caminos y abrir puertas. Escribir sobre mis creencias y mis procesos cognitivos y emocionales me ayuda a identificarlos y ser conscientes de ellos. Sin consciencia no hay posibilidad de modificar nada. Llevo años acompañado siempre de un pequeño cuaderno de bolsillo de tapas duras en el que escribo cuanto me viene a la cabeza. Tomar conciencia de lo que me pasa y verbalizarlo me ha ayudado a descubrir cosas sobre mi que he podido decidir cambiar. Sin esta herramienta es posible que muchas de las cosas que me pasan me hubieran pasado desapercibidas y nunca hubiera sido consciente de que podía plantearme el cambio.

 

 

Para trabajar mi propósito, hace tiempo que puse por escrito cual es mi misión personal, principios y valores. Continuamente me pregunto acerca de lo que me apasiona e intento adaptar mi vida y mi profesión a mi pasión. De manera que he plasmado en papel mis metas y objetivos y los reviso de forma periódica. Gracias a este ejercicio he ido modificando algunos aspectos de mi vida. Por ejemplo, en un momento determinado tomé consciencia de lo que me apasionaba escribir, e introduje en mi vida la opción de escribir de forma periódica acerca de mi proceso de cambio. Más tarde, unifiqué esta pasión con mi profesión cuando vi la oportunidad de tener mi propia página web y mi blog. Y con esto, ahora, me siento entusiasmado. Por supuesto, que mi propósito en la vida me permite desarrollar mi profesión y disponer de ingresos para vivir con comodidad. No obstante, realizo una gestión periódica de mis finanzas personales con el objetivo de invertir y generar cada vez mayores ingresos que me permitan reducir tiempo de mi trabajo por cuenta ajena para potenciar mi pasión que es, junto con la medicina y la cirugía, escribir y comunicar en el ámbito de la salud.

Finalmente, en el ámbito social, alcanzo mi bienestar siendo coherente con mi propósito de aportar algo positivo a este mundo. De manera que he potenciado la sonrisa como tarjeta de presentación y aprovecho las nuevas tecnologías digitales para potenciar aspectos de humanización de este mundo. Creo en este mundo, me niego a pensar que está arruinado, corrompido, condenado… Creo en la chispa divina que hay en cada persona. Creo que todos somos gotas de agua unidas en el fondo por el vasto océano de la conciencia universal. Creo que todos arrastramos creencias y emociones fruto de las experiencias que hemos vivido de manera que como decía Ortega y Gasset, “Yo soy yo y mis circunstancias”. En ese sentido, las personas que han adoptado una postura ante la vida diferente a la mía son fruto de sus circunstancias tal y como yo he sido fruto de las mías. Y cuando contemplo el mundo desde esa perspectiva, sólo puedo sentir una profunda compasión.

 

 

Compasión, perdón y gratitud son los estados fundamentales del alma. No son emociones. No tienen opuestos. No surgen de la personalidad, del ego, sino del alma, de lo más profundo que nos define como personas. Es mi elección desarrollarlos y potenciarlos, aunque no siempre lo consiga. Eso forma parte de los principios y valores que he elegido. Y he elegido así porque cuando me siento identificado con ellos me siento autorrealizado y siento un profundo y pleno bienestar. ¿Es eso la felicidad? Para mí si. Y no sería posible si alguno de los otros elementos que forman parte de mí, mi cuerpo, mis emociones, mis creencias, mis necesidades, mis semejantes y mi propósito, fallaran. 

Si queremos mejorar nuestra salud, si queremos aumentar el bienestar con el que llenar los años que nos quedan de vida, de una vida cada vez más longeva, tendremos que cultivar la salud en todas las dimensiones de la persona. Estos son mis hábitos y los recursos que utilizo. Y considero que son un buen punto de partida para empezar a cultivar salud. Pero una vez comenzado el camino, este se vuelve único para cada persona ya que cada uno debe adaptar este recorrido a su vida y a sus circunstancias. En cualquier caso, merece la pena trabajar y esforzarse para que nuestra vida sea cada vez más plena, es decir, que logremos alcanzar ese estado de completo bienestar físico, mental y social que persigue la Organización Mundial de la Salud

 

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Como médico, y como cirujano, considero una parte importante de mi trabajo, lograr una relación medico-paciente sana, trabajando los aspectos emocionales necesarios para que las personas a las que trato se sientan seguras, tranquilas y confiadas.

Como cirujano, siempre he sentido una gran preocupación por las complicaciones quirúrgicas. Y aunque sea de forma interna, sin más evidencia que lo sustente, a lo largo de mi experiencia, he desarrollado una cierta habilidad para intuir que pacientes pueden complicarse y que pacientes pueden evolucionar bien. Y en el elevado número de pacientes que he atendido a lo lago de mi vida profesional, puedo distinguir dos extremos. Por un lado, aquellos pacientes que muestran una extraordinaria actitud positiva. De otro, pacientes cuya actitud ante la vida es de tristeza, desánimo y pesimismo. Con estos últimos tengo la sensación de que todo va peor. En realidad, esto es sólo la aplicación a la cirugía de un principio de vida reflejado en la sabiduría popular en forma de refranes del tipo “al perro flaco todo son pulgas”, “las desgracias nunca vienen solas”, etc.

Pero hoy quiero centrarme en el otro extremo, en aquellos pacientes positivos que siempre encuentran motivos para sonreír. Pacientes que en ocasiones me han dado lecciones. Es el caso de Emilio, un paciente que tuve hace varios años y que ha dejado un hueco profundo en mi corazón y en mi vida.

 

 

“Y cuando llegue el día del último viaje y esté al partir la nave que nunca a de tornar, me encontrareis a bordo ligero de equipaje, casi desnudo, como los hijos de la mar”

(Antonio Machado, “Retrato”)

 

Nos acercamos una año más a la celebración de la Navidad. Para los que profesan la religión cristiana, Navidad es la conmemoración de la encarnación de Dios en hombre y el comienzo del misterio de la salvación. En otros credos, el final del año supone una invitación a hacer balance, agradecer, celebrar y prepararse para un nuevo ciclo. Y este aspecto de finalización y celebración, de alto en el camino, está de alguna forma presente en todas las religiones antiguas.

Por eso, independientemente de la creencias de cada uno, la tradición ha hecho que estas fiestas sean momentos de celebración, ocasiones especiales para reunirse con la familia y compartir con las personas más estrechamente ligadas a nuestras vidas unos momentos intensos que el resto del año nos hurta demasiado a menudo. Sin embargo, este carácter familiar de las fiestas hace que mucha gente se sienta desgraciada a causa de pérdidas de personas queridas, habitualmente, pero no únicamente, padres, o abuelos,… A causa de estas ausencias, algunas personas, a medida que su camino por la vida se vuelve más avanzado, querrían escapar de estos días y sienten que la imposición social de felicidad le agobia y le resulta estéril. Yo he sido una de esas personas desde hace muchos años. 

 

 

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